Fracaso escolar, exclusión, marginalidad ... son situaciones reales que cada día en nuestro sistema educativo toman el primer puesto.
Uno de cada cuatro jóvenes menores de 18 años abandonan sus estudios debido a su baja autoestima y sensación de ser personas incapaces conseguir sus objetivos.
¿De dónde proviene este problema social? En mayor medida, este alto índice de fracaso escolar temprano es producto y fallo de los adultos.
No sólo depende del adulto, sino también de la propia organización del sistema educativo ya que este mismo señala que se debe atender al desarrollo personal, la iniciativa emprendedora o incluso la satisfacción. En cambio, la realidad tan solo se centra en llegar a cumplir los contenidos marcados.
Por tanto, los docentes debemos adaptar los métodos y herramientas de trabajo a los objetivos que se persiguen, teniendo en cuenta las características de cada alumno. ¿Y nosotros, como docentes, qué hacemos, si el sistema educativo marca unas metas y nosotros las adaptamos?
El libro d texto, el horario, la actitud del alumno, la motivación, las familias ... todas ellas deberían obligarnos a evitar unas rutinas marcadas, ensyar distintas estrategias o incluso a buscar distintas soluciones a un problema.
¿Cuál es el futuro de un sistema académico que deja fuera a muchos de los jóvenes? ¿Son realmente personas incapaces de lograr sus objetivos?
Ojalá algúun día el fracaso escolar, la exclusión o la marginalidad sen tan solo palabras y se produzcan situaciones de escucha, trabajo y potencial en las escuelas.
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